Acerca de Chomsky, esa inteligencia clara que no todos alcanzan a entender, resumen en base al trabajo presentado en 2005 en el Centro Cultural de la Cooperación, por el Lic. Maximiliano Augusto Soler Bistué.

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Admirable esfuerzo realizado a lo largo de toda una vida por Noam Chomsky en defensa de la libertad y los derechos del hombre y la lucha por un mundo mejor, más justo y solidario.

A pocos meses de cumplir 77 años, Chomsky se dedica a ampliar toda esa masa textual, toda esa masa crítica, para jugar con un término de las ciencias duras, se dedica a los más diversos temas, ataca los problemas más diversos relativos al orden mundial imperante y a las formas de dominación de EE.UU. sobre el resto del planeta.
Teniendo presentes estas dificultades, hemos trabajado con algunos de sus libros, un puñado de artículos y una serie de entrevistas. Nos vimos obligados, en principio, a seleccionar los textos más recientes, de finales de la década del 90 y a partir del año 2000 en su mayor parte. Centramos nuestro análisis en Estados canallas y El miedo a la democracia. Ambos libros (y los artículos por separado que constituyen cada volumen) responden a una misma intención: la de dar a conocer, denunciar y repudiar un imperio que basa su poderío en la fuerza militar, la extorsión económica y el avasallamiento de cualquier iniciativa genuinamente democrática dentro y fuera de los EE.UU. El segundo “eje” que nos ha sido útil para delimitar el corpus ha sido temático: nos inclinamos, en general, por libros y artículos que tomaran como objeto central de estudio las formas de dominación del Imperio dejando de lado aquellos que son más específicos.

Resumen del texto de la conferencia ofrecida en la sala Jacobo Laks del CCC, en septiembre de 2005, presentación a cargo de la profesora Ana María Zubieta.

En 1955, antes de cumplir los 27 años, Chomsky obtiene su PhD1 en lingüística, recibe un cargo en el Instituto Tecnológico de Massachussets, y apenas dos años después su tesis doctoral revolucionaba la lingüística moderna con la aparición de Estructuras sintácticas. En 1965 reformula su teoría y da otro vuelco dentro de la especialidad con Aspectos de la teoría de la sintaxis, completado dos años más tarde por Tópicos en la Teoría de Gramática Generativa. Antes de cumplir los cuarenta años, Chomsky ya había alcanzado los máximos galardones a que un investigador en su área pudiera aspirar (1960).

Comienza a publicar sus primeros escritos políticos, Poder americano y los nuevos mandarines, de 1969, y En guerra con Asia, de 1970, y sus primeras críticas van dirigidas no sólo a las acciones de guerra de EE.UU. en Vietnam, sino también a las formas de oposición que instalaron en la sociedad americana los debates manipulados desde el establishment norteamericano, dejando fuera de lugar las cuestiones de fondo y cualquier planteamiento crítico que pusiera en discusión los motivos reales de la invasión.

Chomsky ha elegido como medio fundamental de difusión la prensa norteamericana, precisamente la herramienta de dominación interna más importante con la que cuenta el régimen, según él mismo afirma. Esta elección va de la mano no sólo con una reivindicación de los valores libertarios y de la redefinición de ciertos postulados del liberalismo decimonónico, sino también con una fuerte apuesta por la difusión y la eficacia de la crítica social. La “forma periodística” es para Chomsky el medio indisociable de su apuesta crítica como intelectual comprometido, tanto por su masividad como por el carácter inmediato, transparente, por decirlo de algún modo, del texto periodístico.

Reúne y presenta caudales impresionantes de información de distinta naturaleza, aunque siempre en el marco del análisis político-económico: artículos de diarios, archivos desclasificados de organismos del gobierno de los EE.UU., informes de organismos internacionales, declaraciones de numerosos presidentes y funcionarios de este último
siglo. Se presenta entonces la siguiente paradoja: ¿cómo acceder al público, a los espacios en los medios de comunicación, con un discurso crítico? ¿Cómo “informar” enfrentándose a un “aparato de desinformación” tan enorme?

“Francamente, lo único que hace falta es sentido común. Lo que uno tiene que hacer es adoptar hacia nuestras instituciones, incluidos los medios de comunicación, los periódicos, las escuelas y las universidades, la misma actitud racional y crítica que adoptamos hacia las instituciones de cualquier otra potencia”. El intelectual, en este sentido, tiene “la obligación de decir la verdad”, y ello implica una responsabilidad moral sobre lo que dice, la conciencia de que lo que se dice tiene consecuencias directas.

Ésta es la forma de intervención elegida por Noam Chomsky, y esta elección que implica la búsqueda de determinados objetivos, valiéndose de estrategias muy particulares de argumentación.

¿Cómo considerar “censurado” o acallado a un autor tan prolífico y difundido a lo largo del globo? El mismo Chomsky se encarga de aclarar que la censura en EE.UU. no es un “borramiento” del opositor como en los regímenes totalitarios, sino un “desplazamiento” hacia lo que podríamos denominar una zona marginal.

Los medios públicos de mayor tirada le están vedados, publicar en Nueva York le resulta imposible, y hasta se lo ha dejado a un lado en congresos de lingüística en los que habías mesas de lingüística chomskyana. El silencio, y no la prohibición propiamente dicha, recae sobre cada intervención de Chomsky.

Estrategias discursivas de los trabajos de Chomsky

La denuncia como contra-argumentación. Difundir información. Objetivos. Debilitamiento del marco teórico. Polémica con el “intelectualismo francés” y la teoría social. La apuesta por la praxis. Búsqueda de eficacia en la intervención del
intelectual. La búsqueda de la verdad entendida como develamiento.

Los artículos no sólo están escritos en un estilo “transparente”, absolutamente claro y perfectamente legibles de un tirón (algo que, insistimos, no es un detalle menor), sino que, por otro lado, se enrola en la tradición liberal anglosajona de pensamiento político (Hume, Locke, Ricardo, Smith).

Suscribe explícitamente una tradición libertaria: no deja de emplear sutilmente conceptos como el de “lucha de clases”, “clase trabajadora” o “explotación capitalista”.

Conoce al dedillo los temas de discusión, los argumentos generales y los “autores” en discusión y decide dar batalla precisamente en campo rival, utilizando sus propios argumentos y referentes culturales para revertirlos y poner en evidencia la injusticia del sistema de dominación, dentro y fuera de los EE.UU.

Una toma de posición y un objetivo político: la liberación del hombre de la condena de la explotación económica y la esclavización política y social. Para ello debe contarse con un “arma decisiva”: la mayoría de la población.

“Escenas de la sublevación” (1988), “El arma decisiva” (1998), Estados canallas, una compilación de artículos y conferencias dadas a conocer entre 1998 y 2000.

El hilo argumental del libro aborda temas tan variados como la deuda externa latinoamericana, la política interna de EE.UU., la guerra de Irak o las masacres producto de la política exterior de los EE.UU. alrededor del mundo. Ahora bien, todo el libro y cada artículo por separado responden a una misma intención: la de dar a conocer, denunciar y
repudiar un imperio que basa su poderío en la fuerza militar, la extorsión económica y el avasallamiento de cualquier iniciativa democrática dentro y fuera de los EE.UU.

En ese libro hay una búsqueda por generar una conciencia social, orientada a romper con lo que él mismo denomina el principio de “No hay alternativa”, una construcción ideológica que impide discutir, pensar o incluso imaginar una sociedad fuera del neocapitalismo. Para ello confronta un y otra vez las políticas de estado de EE.UU. los datos que las mismas agencias norteamericanas registran estadísticamente y publican, con los distintos discursos que los gobernantes dan a conocer a un público virtualmente cautivo: la población de EE.UU y del mundo.

El diagnóstico es desesperanzador, y Chomsky demuestra una y otra vez que se sigue librando una lucha de clases con masacres, empobrecimiento, hambre y terror en los países del tercer mundo y “control del pensamiento y la opinión” y pérdida de los beneficios ganados por la clase trabajadora en EE.UU. Los datos que presenta son abrumadores y más que elocuentes, datos relevados, por ejemplo, de informes internos del Pentágono, discursos de los más altos funcionarios norteamericanos reproducidos en informes del Departamento de Estado o del Departamento de Defensa de EE.UU., así como de distintas organizaciones de Derechos Humanos y que pone al alcance del lector.

Chomsky vuelca enormes caudales de información, de datos, estadísticas e informes para contrarrestar el sistema de propaganda y “atravesar el velo del secreto”. La consecuencia más evidente de esa operación es un debilitamiento del marco teórico, consecuencia de la que Chomsky es plenamente consciente: “En cuanto al poder, no tengo nada que decir más allá de lo obvio. […] No pretendo que estas observaciones sean profundas; en realidad, son triviales. Se necesita mucha investigación y mucho estudio para aplicar ideas simples a situaciones complejas del mundo real ”. Y esta es una elección de Chomsky: alejarse de la teoría, de la conceptualización en el análisis político y presentar evidencias fehacientes para desmantelar los “dispositivos de control” que se vinculan con el “control del pensamiento” y “la estructuración de opiniones por parte de instituciones privadas coactivas y jerárquicas”.

Chomsky polemiza abiertamente con el pensamiento francés y destaca: “No conozco ningún pensamiento nuevo particularmente interesante”. Y más allá del tono provocador, Chomsky se coloca en las antípodas de la teoría social y del abordaje académico, privilegiando la eficacia del discurso crítico en términos de toma de conciencia social: “Lo que intento hacer es, simplemente, ofrecer a los movimientos populares disidentes y a individuos que están desperdigados por ahí el tipo de servicios que debería ofrecerles cualquier persona que tenga los recursos, los privilegios y la preparación para hacerlo”. Esta es una decidida apuesta por la praxis, en la que el intelectual sólo cumple el rol menor de divulgador respecto del luchador social y de los movimientos populares disidentes.

La tarea que Chomsky define para el intelectual es precisamente la de develar la verdad oculta detrás del velo ideológico construido por los complejos sistemas de propaganda y control social, más sutiles en las sociedades más “democráticas”, y que en el Tercer Mundo son llevadas a cabo a través de las formas de represión más brutales.

(Posibles) consecuencias prácticas y teóricas:

El sobredimensionamiento del hecho histórico y el riesgo de la sobreinformación.

Hacia un concepto de ideología en los textos de Chosmky.

Encontramos en esta elección un sobredimensionamiento del hecho histórico: lo real, lo único que en definitiva importa, está allí, es perfectamente perceptible y tiene nombres propios: pobreza, hambre, miseria, injusticia, masacres, torturas, aniquilación del medio ambiente. Y éstos tienen causas perfectamente explicables, si no fuera por estos dispositivos de “control del pensamiento” llevados a cabo por el sistema de propaganda.

Tomemos un ejemplo: “con la aceleración que se ha producido en los últimos veinte años con la aceleración de la economía, se hace cada vez más posible que las compañías industriales trasladen la producción a zonas de elevada represión y bajos salarios y que recurran a una aplicación de lo más selectiva de la doctrina neoliberal para destruir los valores comunitarios, las normas medioambientales y la vida humana en general”. El análisis de Chomsky se centra fundamentalmente en la organización de todo este cúmulo de información en función de un sentido: mostrar aquello que sucede bajo las formas de opresión, la destrucción del planeta y las masacres y acciones de guerra justificadas ideológicamente por una interpretación parcial de la doctrina liberal.

Demostrar la falsedad de estas argumentaciones, desmontar las “técnicas de fabricación del consenso” y poner de manifiesto el verdadero interés y las razones de estos acontecimientos es, según Chomsky, la tarea del intelectual que ha aceptado el compromiso moral. Refuta, en suma, la ideología dominante confrontándola con hechos y datos empíricos. Este sobredimensionamiento del hecho histórico es también, por lo tanto, una confrontación de hecho con los postulados poesestructuralistas.

Los trabajos de Chomsky nos han llevado a la siguiente observación: la dominación de facto y la violencia del poder imperial, recurren una y otra vez a construcciones ideológicas y culturales para sostener su poder. De este modo, conceptos tradicionalmente económicos, sociales o históricos, son concebidos como productos ideológicos. Para dar un ejemplo, en palabras de Chomsky: “La deuda [externa de Latinoamérica] es una construcción social e ideológica, no un simple hecho económico.”

En efecto, “cuando EE.UU. ocupó Cuba hace cien años, canceló la deuda de Cuba con España alegando que “había sido impuesta al pueblo cubano sin su consentimiento y mediante la fuerza de las armas”. A esta deuda los juristas la llamaron luego “deuda odiosa””. Queda claro, entonces, que los motivos para sostener la legitimidad de una deuda y la condonación de otra son los mismos: los intereses de la política exterior de EE.UU. y no las leyes del libre mercado internacional.

También la noción de que la Guerra Fría “tuvo una utilidad funcional para las superpotencias, por ello persistió”, más que por la confrontación real de peligro inminente entre la Unión Soviética y los EE.UU. Y, finalmente: “Es bastante natural que el desmantelamiento del orden económico de la posguerra vaya acompañado de un significativo ataque a la democracia sustancial –libertad, soberanía popular y derechos humanos- bajo el lema de “No Hay Ninguna Alternativa” […]. El lema es una mentira útil para quienes lo usan.”

Esta concepción de la ideología se asemeja a la noción esbozada en La ideología alemana de Marx y Engels. La crítica de la ideología entendida de este modo pretende, entonces, socavar las bases discursivas e ideológicas del poder, desmantelar el sistema de propaganda de los medios masivos de comunicación. Ante este sistema de creencias y doctrinas que se reproduce, Chomsky se propone “sacar a la luz” lo que ellas ocultan. Un claro ejemplo de esto es el modo en que despliega las contradicciones ideológicas inherentes a las relaciones de poder y dominación del neocapitalismo. En efecto, si bien el anarcocapitalismo y la doctrina del libre mercado se utiliza como un arma contra el gasto social que beneficiaría a la población en general, esta doctrina es dejada da un lado cuando se trata de otorgar subsidios a la industria militar y de alta tecnología a través del Pentágono.

Y el modo de enfrentarse y desmantelar estos mecanismos de dominación y poder se da, para Chomsky, precisamente mediante la tradición del pensamiento liberal clásico, a la cual el capitalismo apela como pilar ideológico. De este modo, Chomsky no sólo “refuta” en el campo ideológico los discursos hegemónicos con sus propios argumentos, poniendo de manifiesto las propias contradicciones de ese pensamiento desde su interior, sino que logra reformular una tradición, reapropiársela y alimentar así los ideales libertarios, poniendo el énfasis en el contenido moral de ese pensamiento liberal clásico que se centraba en la libertad humana.

Hacia una crítica de la ideología y posibles efectos de lectura.

Tanto el concepto de realidad como el de verdad presupuestos por Chomsky,vinculados a un referente externo y a una corroboración empírica del contenido de verdad, como la noción de ideología entendida como un velo creado por ideólogos y difundido por los medios masivos de comunicación puede presentar algunas objeciones.

En principio, que esta sobreinformación, esta abundancia de datos puede provocar un efecto de lectura adverso. Si bien Chomsky presenta una enorme cantidad de evidencias, esta información no es, estrictamente hablando, información clasificada, oculta. Tal información, en líneas generales, ya está disponible para quien pueda comprar un diario o tener acceso a internet. (pero la gente es cómoda y no lo hace, prefiere recibirla reunida para aprovechar su mejor tiempo).

Este efecto de lectura se traduce, por lo tanto, en una relativa pérdida de eficacia de este discurso crítico. Una crítica de la ideología tendría que poder dar cuenta y explicar la pasividad de la mayoría de la población frente al statu quo, pese a la sobreabundancia de información (al menos en las sociedades de los países dominantes en las que no hay acción represiva directa, terrorismo de Estado, miseria, etc.).

Esta sobreinformación no logra explicar el asombro que Hume expresara en el siglo XVIII y con el que Chomky inicia sus reflexiones acerca de la opinión en El miedo a la democracia: “No había nada más sorprendente que ver la facilidad con que los muchos son gobernados por los pocos; y observar la sumisión implícita con que los hombres renuncian a sus propio sentimientos y pasiones ante los de sus gobernantes.

Cuando investigamos por qué medios se produce esta maravilla, descubrimos que, dado que la fuerza está siempre del lado de los gobernados, los gobernantes no tienen nada que los respalde salvo la opinión. Así pues, el gobierno se basa tan sólo en la opinión; y esta máxima se extiende tanto a los gobiernos más despóticos y más militares como a los más libres y más populares.”

Finalmente, no queremos dejar de señalar algunas reflexiones de teóricos como Slöterdijk, Zizek o Virno acerca de la ideología. Hay algo frente a lo que una crítica de la ideología “clásica” no puede responder. Esto es el cinismo. El cinismo como construcción y praxis ideológica desmonta la forma de accionar de la crítica de la ideología: se sabe de sobra la falsedad, se está al tanto del interés particular tras una pretendida universalidad ideológica, pero no se renuncia a ella. Es decir, en palabras de Bush, “Bien, es cierto, no había armas de destrucción masiva, pero era un tema de seguridad nacional”.

Sobre el autor de la nota: Maximiliano Augusto Soler Bistué es Licenciado y Profesor en Letras, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Intervino como expositor en congresos y coloquios nacionales e internacionales de literatura. Fue también investigador en el proyecto UBACyT “Reflexiones del Intelectual. Las tramas del presente”, dirigido por la Dra. A. M. Zubieta e investigador del Departamento de Literatura y Sociedad del Centro Cultural de la Cooperación. Actualmente es docente en la cátedra de Literatura Española Medieval de la Universidad de Buenos Aires.

Literatura y sociedadIntegrantes. Coordinador: Daniel Freidemberg

Asistente: Leonardo Candiano Contacto: literaturaysociedad@centrocultural.coop

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